Dentro de pocos días estará en Roma para hablar sobre las reformas con los otros siete cardenales designados por Papa Francisco para tan ardua labor. Es probable que haya platicado con el cardenal Rodríguez Maradiaga durante los días que pasó en México, para participar en el encuentro de las Iglesias de las dos Américas en la Basílica de Guadalupe. El franciscano Séan Patrick O’Malley, arzobispo de Boston, es el más “papista” de los cardenales estadounidenses. «Papa Francisco exalta una espiritualidad del encuentro, de la amistad», comentó a Terre d’America, «y la amistad nace del reconocer que lo que nos une (en el norte y en el sur de continente americano) es mucho más fuerte que las diferencias de cultura o del idioma. Dentro de poco, muy pronto, la mayoría de los católicos en los Estados Unidos será hispana por la inmigración de América Latina. Creo que se puede considerar como el evento más importante de este siglo. Al lado del Papa latinoamericano…».
«La cultura del encuentro» del Papa, como la llama O’Malley, tendrá un papel fundamental en las reformas que se están discutiendo y en las que, según su visión, los laicos serán protagonistas. «No puede haber reforma de la Iglesia sin ellos», afirma el franciscano, para después pronunciar un apasionado “mea culpa”. «Somos nosotros los que los clericalizamos», indica. «Cuando algún laico se acerca a la Iglesia, corremos para darle funciones litúrgicas en lugar de lanzarlo al mundo para que lo transforme…». Y recuerda un dicho popular: «Construyamos un estadio y vendrá la gente». Durante mucho tiempo esto ha funcionado, indicó, pero ahora ya no funciona. Se podría considerar como herencia de un catolicismo identitario. «Crecí en una época en la que, si eras irlandés, italiano o lituano, eras un católico que iba a la Iglesia, pagaba y obedecía (“paid and obeyed”)». O’Malley recurre a su infancia para insistir en esta idea: «Recuerdo una vez, cuando era niño, que las tuberías de la casa se congelaron durante un invierno particularmente frío. Mi padre no pudo localizar al fontanero de siempre, y se puso a buscar a uno en las páginas amarillas. Mi madre le dijo, casi suplicándole: “Trata de que sea católico”. Para mis padres irlandeses no había nada peor que un protestante arreglando nuestras tuberías arruinadas». Pero ya no es así. Sobre todo porque, probablemente, el fontanero de hoy ni siquiera es religioso. La “desafiliación” ha sido tremenda, reconoce O’Malley. «La cultura del encuentro de Papa Francisco, su énfasis sobre un Evangelio social ha generado mucho entusiasmo. Conozco a muchas personas que vuelven para echarle una segunda ojeada a la Iglesia». Pero también es eficaz en las batallas que hay que afrontar. «Recientemente, durante una campaña para prevenir la eutanasia en Massachusetts, pedimos la ayuda de los evangélicos, de los musulmanes, de los mormones y de las Iglesias protestantes negras y logramos prevalecer».
O’Malley dedica algunas palabras elogiosas a la consulta sobre la situación de la familia contemporánea impulsada por el Papa latinoamericano. «Es curioso. Cuando recibimos las 38 preguntas, comenzaron las quejas sobre el tiempo, que si era poco, que si el Vaticano no se había organizado bien… Mi vicario general estaba un poco angustiado. Entonces, le dije: “mañana tenemos la reunión del consejo pastoral diocesano, mandemos las preguntas hoy mismo por mail y empecemos a hablar de ellas”. Al día siguiente me quedé sorprendido al ver lo contentos que estaban por haber sido consultados sobre un argumento tan importante. Decidimos mandar las preguntas a todas las parroquias… Los sacerdotes jóvenes, los que fueron ordenados en los últimos cinco años y con los que me he acostumbrado a reunirme todos los meses, están muy entusiasmados de poder participar». Por este motivo considera que el método de la consulta se podría adoptar para otras cuestiones. «Es una manera para involucrar a las personas, para que digan cómo podría mejorar la pastoral familiar y, al mismo tiempo, para entender cómo perciben las enseñanzas de la Iglesia en esta materia». «No es un referéndum sobre la doctrina, como algunos han presentado la iniciativa del Papa», subraya, aludiendo a las críticas de algunos sectores tradicionalistas. Y, al respecto, explica que «en los Estados Unidos no hay grandes grupos de lefebvrianos, como en Francia o en otros países europeos… más bien tenemos grupos conservadores, que quisieran que el Papa estuviera siempre hablando sobre el aborto… Yo les respondo: el Santo Padre nos está dando el contexto de nuestra enseñanza, que es la bondad de Dios, la misericordia, el poder de transformación de la relación con Cristo. Somos pro-vida porque somos gente compasiva, no porque nos quejemos y le gritemos a las personas que se equivocan. Somos cristianos para mostrar misericordia a la mujer que en un momento de crisis toma decisiones que la hacen sufrir durante toda la vida…»
O’Malley considera que es obra del Espíritu Santo la presencia del Papa Francisco en este momento de la Iglesia: «Hay muchos estadounidenses que vuelven a echar una ojeada a la Iglesia, que están fascinados por la bondad, por la misericordia y por la ternura de las que habla el Papa… esto es lo que necesitamos».
La crisis de la pederastia, que sacudió los cimientos de la Iglesia estadounidense, ya es cosa del pasado. «Explotó en Boston en 2002; hubo más de 4000 casos de sacerdotes acusados de abusos sexuales, la mayor parte cometidos entre 1960 y 1985. Pagamos cantidades enormes… creo que dos millones de dólares… y, por lo menos, ocho diócesis se declararon en bancarrota. Aprendimos la lección, una lección dura, que nos llevó a fijar normas que ahora privilegian la protección de los niños».