Cura de favela, como los villeros argentinos, e igual que ellos amenazado de muerte por defender a los más débiles de la prepotencia de los fuertes. Igual que sus compañeros de Buenos Aires, él también se puso a la cabeza de una humanidad de pobres que luchan contra las necesidades más elementales de la vida… don Pigi Bernareggi, italiano de Milán e hijo de una familia acomodada. Llegó en 1964 a Belo Horizonte, animado por el encuentro con Don Giussani y no se fue nunca más, salvo por un par de años para tratar un tumor. “Las favelas son un río de humanidad que cada mañana se vuelca a las ciudades con el sol de sus trabajadores”, dice a coro con sus compañeros de vocación en el país que vio nacer al Papa reinante. Un Papa que le “llega” con fuerza.
¿Qué es lo que más te impresiona a ti, brasileño por adopción, de este Papa argentino?
En primer lugar, hago una aclaración. Cuando en el lejano 1964 junto con otros dos amigos de Gioventù Studentesca entramos en el Seminario de Belo Horizonte para empezar Teología, nuestro rector, el padre Helio Angelo Raso, nos hizo esta recomendación: “A partir de hoy, olviden que son italianos, pero no imaginen que se han vuelto brasileños…”. Es una advertencia que me acompañó siempre en estos 50 años y que hoy es más válida que nunca, preservándome de cualquier idea o pretensión de “colonialismo cultural” o de “tercermundismo” fatuo.
¿Y qué contestarías como Pigi Bernareggi?
Siguiendo la visita a Brasil para la JMJ en Rio de Janeiro, he notado que el Papa, cuando estaba en medio de la multitud tenía un rostro de papá para todos, provocando un enorme entusiasmo en la multitud. Pero cuando estaba con los obispos, con los religiosos, con los responsables –o durante los trayectos en automóvil-, tenía un aire no digo tenso, pero sí pensativo y en suspenso. Para responder a tu pregunta, lo que más me impresiona es precisamente este alternar de alegría y preocupación, o de “gozo en la tribulación”. El Papa no es –como quisieron hacer creer algunos medios-“sencillo como una paloma”, sino más evangélicamente, “sencillo como paloma y astuto como serpiente”…
¿Y por qué te impresiona esta alternancia de semblante?
Porque capta en profundidad, aunque sea en pequeña escala, la experiencia de Iglesia que he vivido en ese mundo donde radicalmente me introdujo don Giussani en los tiempos de GS en el Berchet y la Católica de Milán. Lo mismo que ocurrió aquí en Brasil con los grandes maestros que tuve la suerte, o mejor dicho la gracia, de seguir en el Seminario durante la Teología. Y por último, en las múltiples facetas de todo mi pobre trabajo pastoral en la periferia, en el centro, en las favelas o entre los sin techo. La Iglesia siempre está en construcción, incluso cuando parece detenida en el tiempo o el espacio. Es más, cuando parece más quieta es porque el trabajo se está haciendo “adentro”. Citaba siempre don Giussani: “omnis gloria filiae Regis ab intus”… ¡Todo el esplendor de la hija del Rey viene de dentro! Sencillez y astucia son los componentes indispensables de esta construcción, como el cemento y el agua de los albañiles. El trabajo pastoral siempre es el resultado fascinante de nuestra participación en el insondable misterio del Dios hecho astutamente carne.
Misionero, cura, estás en la “periferia” desde hace más de cincuenta años. ¿Qué impresión te produce un Papa que exhorta a la Iglesia para que salga, para que vaya al encuentro de la gente, para que camine con ellos, para que no tenga “miedo de entrar en la noche de los hombres”, como precisamente dijo en Brasil…
Esta “directiva” del Papa Francisco (no es un simple “consejo”) me recuerda instintivamente a Don Giussani en Gioventù Studentesca. Él nos decía a nosotros, chicos ingenuos del colegio secundario que casi no tenían idea de lo que es la Iglesia porque casi todos proveníamos de familias burguesas indiferentes a la religión, que nos acercáramos a nuestros compañeros, que nos sumergiéramos en la problemática del “oscurantismo burgués anticlerical” dominante en la escuela pública italiana, que “compartiéramos” la situación de la gente abandonada en medio de la niebla de la Bassa de Milán y que lleváramos a todas partes la experiencia nueva de vivir la comunidad cristiana dentro de nuestro ambiente. Nos mandaba por toda la Lombardía, y después por toda Italia, para dar el empujón inicial a las comunidades dentro de cada ambiente, sin preocuparnos por la oposición sistemática de la mentalidad “parroquialista” de algunoss monseñores…
Las palabras del Papa también me hacer valorar mucho más a nuestro nuevo Obispo de Belo Horizonte, dom Walmar Oliveira de Azevedo. Apenas llegó, lo primero que propuso fue una “pastoral de las favelas” totalmente misionera y no paternalista. Él no hace ninguna declaración o discurso a la gente sin terminar siempre con “… especialmente a los más abandonados y excluidos”. La imagen de la noche, además, es perfecta. Me recuerda la frase en su lecho de muerte de no sé cuál fundador del Iluminismo alemán (aufklärung): “mehr Licht!” – “más luz…”. Es un grito que me parece escuchar hoy, al final del recorrido de toda esta cultura iluminista en la que vivimos inmersos. Y en esto percibo una inmensa cercanía entre los dos papas, el emerito y el reinante.
… pero además, el Papa Francisco no quiere una Iglesia reducida a ONG. ¿Cómo se entiende eso?
“No solo de pan vive el hombre”, sino del testimonio de vida que le ofrecen: eso es lo que más necesita la humanidad. La llamada del Papa para ir a las periferias de la humanidad es la traducción pastoral del 2º capítulo de la carta de San Pablo a los Filipenses, 5-11: la misión de la Iglesia es dar continuidad a la inmersión encarnadora del Verbo de Dios, con todas sus consecuencias existenciales. Para la Iglesia, lo que dice San Pablo no es una “opción” entre otras muchas. Eso es lo que marca la abismal diferencia con una ONG. El “tercermundismo” asistencialista, la beneficencia, no representan por sí mismos al cristianismo, aunque pueden ser muy influidos y redimidos, como cualquier otro aspecto de la actividad humana. Una vez más recuerdo la experiencia de GS. La primera vez que Giussani nos reunió para hacer un balance de las visitas a la Bassa de Milán, después de escuchar varias intervenciones que ponían de relieve el aspecto asistencial, aprovechó una que era distinta, que expresaba la proximidad y la convivencia con la gente, para afirmar que ese compartir era el verdadero objetivo de la iniciativa. Educarnos en compartir, ¡no cualquier cosa, sino a uno mismo! Esa es la diferencia abismal.
En uno de los discursos más hermosos de Brasil, el que dirigió a los obispos, también habló de los alejados, de los que se fueron, y por lo tanto de “una Iglesia capaz de descifrar la noche contenida en la fuga de tantos hermanos y hermanas”, capaz de darse cuenta de que “las razones por las cuales hay gente que se aleja contienen ya en sí mismas también las razones para un posible retorno”. ¿Qué pueden querer decir estas palabras, aquí, donde tú estás?
Precisamente tratando de descifrar las razones (¿o la razón?) de la fuga, que en sí mismas ya contienen las razones de un posible retorno, me parece que puedo contribuir a la búsqueda con esta reflexión: ¿qué busca el hombre? Dice Dante Alighieri: “Ciascun confusamente un bene apprende in cui si acquieti l’animo, e il desia: sì che di tener lui ciascun contende…”. “Lui”, es la persona de Cristo, a cuya imagen y semejanza todos estamos hechos a pesar de las consecuencias del pecado original con la que cargamos en medio de la “confusión” de la vida. Pero a Cristo, ¿dónde lo encontramos hoy existencialmente, es decir de una manera humana real y no solamente académica, sentimental, mediática o virtual? En la experiencia concreta de la comunidad cristiana que tenemos cerca y a escala humana.
¿Por qué se va la gente en busca de nuevas aventuras? Porque falta esa experiencia en la expresión concreta de la Iglesia que encuentra en su camino, por ejemplo cuando la Iglesia es burocrática, sofocante, formalista, iglesia-gueto y ese tipo de cosas… Todas esas “razones”, en el fondo convergen en una única razón: la falta de un encuentro real con la persona concreta de Cristo en la vida de la comunidad cristiana. Lo que sugiere – ¡en realidad pide a gritos!- precisamente ese encuentro. Es absolutamente sencillo, pero como siempre, lo sencillo es el verdadero problema del hombre herido por el pecado original, confundido y complicado, desorientado por los espejismos del “padre de la mentira”.
Por eso tenemos que ponernos a trabajar para construir una comunidad fraterna “en Cristo” entre la gente, cada uno en su ambiente, en todos los ambientes, como una mancha de aceite, sin fronteras, sin miedos. La culpa es nuestra, cristianos anquilosados, enmohecidos, obesos, ¡“empachados” les dijo Francisco a los jóvenes de Rio de Janeiro!
Un colega vaticanista, tratando de explicar la originalidad de este Papa, lo llamó “el Papa de los que están lejos”, el que se preocupa por las noventa y nueve ovejas que salieron del corral. ¿Te parece una buena definición?
Es una definición sorprendente por su simplicidad y su realismo histórico, porque efectivamente, hoy ya no vivimos en una época “pagana” como la de Jesús y los primeros cristianos, sino en una época “descristianizada”, el fruto maduro de una era de 800 años de cultura empeñada en destruir radicalmente al cristianismo. El “pagano”, consciente o inconscientemente, busca a Jesús. La cultura moderna y pos moderna lo combate y lo excluye. Hoy la separación entre las ovejas que están “dentro” y las que están “fuera” pasa literalmente por el medio de la personalidad del cristiano, provocando espejismos y perspectivas ilusorias inventadas por el “viejo Mentiroso”. Eso hace que resulte muy difícil aclarar las cosas. A menos que el encuentro con alguien personalmente fascinado por Cristo y la construcción de los lazos de una comunidad real en su Persona dentro del ambiente en que vivimos, ahuyente y derrita como la nieve al sol todos los equívocos y ambigüedades. La “regla” de este proceso es sencilla e infalible: “No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad…” (Rom. 12)
Estos pocos meses de pontificado ya permiten ver que tenemos un Papa reformador, uno de esos que cada tanto aparecen en la historia de la Iglesia, ¿no crees?
Estoy de acuerdo. Pero la “reforma” necesita tiempo –que en la Iglesia siempre es largo. Es más, “Ecclesia semper reformanda”. Y el Papa Francisco tiene poco tiempo por delante. Igual que a su predecesor, lo eligieron a los 76 años, ¡una edad a la que todos los curas tenemos que pedir que nos releven de cualquier cargo! Poco después de la elección del Papa Francisco le pregunté la razón a mi viejo amigo y compañero de GS, el cardenal Angelo Scola. El sonrió y me dijo: ¡no pensamos en eso! Estábamos todos trastornados por la enorme presión de la campaña que desataron los medios del mundo entero por los temas de la pedofilia en el clero, las finanzas vaticanas, el matrimonio gay… No supimos captar el mensaje implícito en la renuncia de Benedicto XVI… ¡pero el Espíritu Santo se ocupará de eso!” Y sin duda lo está haciendo, suscitando en los vértices de la Iglesia personalidades jóvenes –que gracias a Dios no faltan- capaces de retomar la herencia que sin duda nos dejará el Papa Francisco en los próximos ocho o diez años. Y la harán fructificar plenamente según los tiempos históricos que son propios de la Iglesia. Entonces el Papa Francisco podrá tranquilamente, a su tiempo, continuar la nueva tradición inaugurada por Ratzinger y retirarse feliz por la “misión cumplida”.
“Un extraño reformador que no pierde tiempo diciendo que hacen falta reformas. Las hace enseguida, contigo, delante de tus ojos, mientras te habla. Porque en esa forma de mirarte y de hablarte cambia todo, allí mismo, en ese momento, juntos”. Lo dijo un intelectual de izquierda italiano, Furio Colombo…
Lo “extraño” del Papa Francisco resulta así, precisamente, por ese academicismo abstracto e ideologizante que se va afirmando cuando la experiencia fraterna de la comunidad cristiana, donde se transparenta el Cristo real, queda enterrada y sofocada por otras formas de “vivir” el cristianismo. Don Giussani nos decía en el colegio que el Cristianismo no es un “qué” sino un “cómo”: no “qué es” Dios, sino “cómo” se comunica a Dios: en la sencilla forma de ser de la persona y de la comunidad cristiana. A todos los cristianos debería resultarnos natural el modo “extraño” que tiene el Papa Francisco de comunicar a Cristo de una manera tan sencilla, ¡porque Él vive aquí y ahora en nosotros! Pero ahora, con un Papa así, nos resultará más fácil a todos aprender de él y cambiar.
Aunque cuidado: no confundamos la “afabilidad” de un temperamento natural con la “fraternidad” cristiana. Una es cuestión de hormonas o ADN, mientras que la otra es fruto de la contemplación del rostro de Cristo. Aquella reconforta, esta literalmente salva.
Yo, tú, CL, tu parroquia, la Iglesia… ¿en qué debemos cambiar?
“Busquen cada día el rostro de los santos, y gocen con sus palabras”, es otra cita recurrente de Don Giuss, probablemente de uno de los primeros grandes Padres de la Iglesia. El cambio profundo no se produce desde afuera, sino desde dentro; y no por el esfuerzo de toda la estructura, sino por la novedad de la linfa que circula por ella. Es la calidad de la relación entre las personas lo que debe cambiar. No es suficiente el discurso, aunque sea importante como medio, sino que debe nacer del reconocimiento radical de la pertenencia común a Cristo. Eso es lo único que crea la relación nueva entre los “rostros de los santos”. Me viene espontáneamente a la memoria la mesa en común de los Papas Benedicto y Francisco en la residencia de Santa Marta, con los huéspedes de ese día y todo el personal de servicio, donde no hace falta una imaginación muy despierta para percibir algo fascinante y absolutamente nuevo… / una fascinación absolutamente nueva…/. Como observaba agudamente don Giussani hablando de las vacaciones de verano de GS: ¡“ejercicios espirituales con una forma rara”!
Un cantante muy popular en Italia, Francesco de Gregori, expresando su desilusión por la izquierda de la que siempre formó parte, dijo en una entrevista que “el Papa Francisco es la noticia más hermosa de los últimos años. Pero también me gustaba Ratzinger. Un intelectual de altísimo nivel, aparentemente enemigo del mundo moderno y en realidad avanzadísimo, gran teólogo y quizás por eso alejado de la gente. Quizás los fieles de la plaza de San Pedro no lo entendían. Pero su discurso de Ratisbona fue un discurso importante”. ¿Qué efecto te produce un juicio como éste?
Es más que correcta esta apreciación, ¡sobre todo en boca de quien la hizo! El relativismo problematicista, que fue el cuestionamiento central de Benedicto en Ratisbona, debe haber sido también el gran cuestionamiento de alguien que durante años se esforzó en el mundo académico por dar testimonio de realismo. El realismo, aún antes de ser característico de la postura cristiana, es la herencia de la “filosofía perenne”, ese hilo conductor/de esa veta que recorre toda la historia de la cultura planetaria desde los orígenes de la humanidad. En mi pequeño mundo, yo, que fui profesor de gnoseología y metafísica de la universidad católica de Belo Horizonte, también sé algo de eso. “Serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Jn. 8,31). Es la misma libertad que hoy fascina al Papa Francisco la que acerca a los dos Papas en el Vaticano como hermanos distintos pero idénticos en el mismo Cristo, del que cada uno expresa un aspecto con su propia personalidad, en la única Iglesia “circumdata varietate”. Quizás sin darse cuenta el cantante que has citado está fascinado por Cristo, intuyéndolo –como hace todo gran artista por el solo hecho de ser un verdadero artista- en la armonía misteriosa de verdad-libertad que Benedicto y Francisco nos transmiten a todos nosotros. Gracia insospechada que ocurre delante de nuestros ojos abiertos de par en par, como los ojos de los niños en el circo…
Vaya a saber cómo debe estar contento en el cielo nuestro maestro y amigo Don Giussani…
Ya es manifiesta la intención del Papa de escribir una Encíclica sobre la pobreza, después de la Lumen Fidei de Benedicto XVI que hizo suya. Tú, cura misionero desde siempre con los pobres, ¿la esperabas? ¿Es necesaria?
Una vez más la referencia necesaria para contestar tu pregunta me viene espontáneamente a la cabeza. Es ese pasaje del capítulo 2 a los Filipenses: la pobreza en la Iglesia siempre ha sido la “forma” de todo, es el “cómo” de todo. Describe la subjetividad nueva en acción: justifica toda paradoja sin la cual el cristianismo resulta irreconocible y se pulveriza en el caos ideológico y en la irracionalidad autodestructiva del planeta. Pobreza “de” y “en” la Iglesia, sin la cual no hay verdadero amor a la pobreza “del” y “en el” mundo. No hay encarnación, no hay nueva evangelización, ni un mundo renovado ni, en última instancia, Resurrección.
Traducción: Inés Giménez Pecci
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