LA TRANSICIÓN FUE PACIFICA. De la dictadura de Pinochet a la democracia, sin volver para atrás

Pinochet

Creo que Chile es hoy un país reconciliado. Las confrontaciones que hubo en el pasado tenían causas que se han ido superando. Se explicaron en un principio por las grandes diferencias entre ricos y pobres y las divisiones ideológicas que se fueron produciendo en las respuestas que los distintos sectores fueron planteando frente a esa realidad. Ello se tradujo en una polarización del país que ya se expresó en el gobierno de Eduardo Frei Montalva, pero que se agudizó en el gobierno de Salvador Allende y culminó en la dictadura militar.

Si el gobierno de Salvador Allende entregó, cuando lo derrocaron, un país bastante dividido, el gobierno de Pinochet llevó la división al extremo. Era una división muy odiosa. Por una parte, la utilización del problema social como motivo para romper la unidad entre los chilenos: los pobres contra los ricos, la lucha de clases en buenas cuentas. Eso, de alguna manera, fue lo que se exaltó durante el gobierno de Salvador Allende. Después vino el gobierno de Pinochet, que dividió a los chilenos entre amigos y enemigos y que llevó a cabo una política de violación a los derechos humanos. El gobierno de Salvador Allende apareció como un gobierno que iba a destruir la democracia, pero el que lo sucedió destruyó aún más la convivencia que la hace posible.

“Es difícil preguntarse si hoy estamos más prevenidos para afrontar problemas como los que se vivieron hace cuarenta años. Vivimos un proceso donde se tuvo que reconstruir la confianza entre los chilenos y con las instituciones. Lamentablemente las cosas se olvidan. La mayoría de la gente de las nuevas generaciones no sabe bien lo que pasó a raíz del gobierno de Salvador Allende y luego del gobierno de Pinochet, ni las dificultades de la transición. Sin ninguna pretensión personal, creo que mi gobierno fue, en ese sentido, la entrada o el inicio de un cambio para volver a una verdadera democracia en Chile. Los que no vivieron el proceso lo pueden juzgar muy teóricamente. Lo cierto es que fue un proceso gradual y delicado, con Pinochet de comandante en Jefe, siendo una figura muy presente todavía en la vida pública del país. Él había estado en el poder diecisiete años y logramos hacer una transición sin violencia; en cierto modo, pactada. A pesar de sus intentonas, pudimos tener una buena convivencia. Él hacía sus “diabluritas”, y a veces también yo se las correspondía. Sin duda hubo una transacción, pero fue una transacción en el modo, no en las tareas. Nosotros democratizamos Chile: la democracia volvió de manera efectiva. Pero el modo de hacerlo fue gradual y cuidadoso.Foto Aylwyn

El paso de la dictadura a la democracia, diría yo, mirándolo a la distancia, fue un paso civilizado. Esa sería la palabra adecuada. Ese paso civilizado permitió que la ciudadanía volviera a confiar en sus instituciones, dejara el odio, la venganza y la violencia de lado. En ese proceso fue muy importante abordar el problema de las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la dictadura. El país no habría entendido si no hubiésemos planteado la necesidad de esclarecer lo sucedido en el pasado. Y vino el informe Rettig que  da cuenta no sólo del significado del quiebre de la democracia. Es mucho más que la documentación de víctimas de la dictadura. Es cierto que yo hablé de buscar la verdad y hacer justicia en la medida de lo posible, y me han criticado mucho por ello. Pero la verdad es que por ese camino ha habido más justicia en este país que en muchos otros que sufrieron dictaduras similares. La justicia ha tardado, pero ha llegado. En mi gobierno pude pedir perdón en nombre del Estado chileno a los familiares de las víctimas de violaciones a los derechos humanos y reivindicar su honra. Varios años después, el general Juan Emilio Cheyre, como comandante en Jefe, hizo lo mismo en nombre del Ejército. Son actos simbólicos que ayudan a reparar en algo que no tendrá nunca una reparación completa.

Entiendo que hoy es difícil para los que no lo vivieron ver la transición como un proceso y no como una claudicación, como se caricaturiza por algunos. Creo que en gran parte lo que hicimos fue impulsar un proceso de reencuentro, de construcción de un país para todos.

Hoy en día tenemos muchos desafíos, pero partimos de un país reconciliado, donde las visiones ideológicas extremas que nos dividieron en esa época y que podrían habernos llevado a una guerra civil se han quedado en el pasado.Hoy día hay más respeto a las instituciones, pese al deterioro del prestigio de la política que se advierte. Hoy hay también mayores libertades y más bienestar. Hay conciencia de que no queremos volver a vivir las divisiones que nos llevaron a la ruptura de la democracia y que tuvieron un costo de dolor tan grande”.

De: Las voces de la reconciliación, Hernán Larraín y Ricardo Núñez editores-Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), Santiago 2013

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