Un hombre hurgando en la basura. Una escena inédita en Cuba, pero que no significa necesariamente lo que sugiere a primera vista: abandono y pobreza. Porque “Pitusa”, nombre artístico del hombre de la fotografía, en realidad es un reciclador, un “pepenador” que trabaja para la cooperativa San José de las Lajas, una de las muchas que surgieron en Cuba a raíz de la reforma económica impuslada por Raúl Castro en 2011. El reciclaje de deshechos es uno de los sectores en los que se ha especializado una nueva y pequeña clase empresarial. En este momento hay unos 5800 “recuperadores” con permiso de “cuentapropistas”, un término que indica a los trabajadores que han comenzado una actividad con el propio capital.
El gobierno cubano permitió que estas cooperativas se ocuparan de la recolección de basura de los 168 municipios de la isla, entre otros motivos porque no es capaz de ocuparse de la inmundicia de todos los ciudadanos.
La contadora de una de estas cooperativas, Eida Pérez, de 39 años, declara inocentemente que en dos meses se ocupó de la contabilidad de utilidades por un valor de 14.750 dólares, en un país en el que el salario promedio de un trabajador está por debajo de los 20 dólares. «Hace tres añon no me hubiera imaginado que pudieran abrirse estas posibilidades», dijo. «Hemos aumentado los productos recuperados y en este momento podemos decir que somos más eficientes que las empresas estatales».
Las cosas están yendo bien, tanto para la cooperativa como para sus asociados. «Trabajamos con efectivo, podemos pagar más los productos que recogemos, mantener los camiones para la recolección y contratar a otros trabajadores». Pérez y los socios de la cooperativa que lleva el nombre del padre de Jesús, estiman que cerrarán el año con un buen margen de ganancias. «De los productos que recogemos obtenemos un 50 % de diferencia». Con una nota de orgullo indican que ya han pagado, con solo dos meses de trabajo, el préstamo de 5,400 dólares con los que comenzaron la actividad.
Hay que observar que, al principio, la mayor parte de las nuevas cooperativas que nacieron en Cuba fueron creadas “desde arriba”, transfiriendo a privados (normalmente empleados) una actividad de la que ya se ocupaba el estado. «Un mal comienzo», comenta un economista que prefiere no ser identificado y que considera que la iniciativa tendría que ser el fruto de «la voluntad individual». Luego, las cosas habrían cambiado y las cooperativas comenzaron a nacer “desde abajo”. Como la San José. Con un beneficio doble, según indican quienes trabajan en ella. Aumenta el volumen de residuos reciclables que irán a dar a los depósitos del estado y mejora, además, el impacto ambiental.
En Cuba hay 986 depósitos que, según las cifras de la Oficina Nacional de Estadística e Información, en 2012 recibieron 5,33 millones de toneladas de deshechos. En 2012, también, fueron recuperadas 4200.000 toneladas de acero, hierro fundido, plomo, bronce, aluminio, cartón, recipientes de plástico y vidrio, y artículos electrónicos. Los productos fueron vendidos a industrias nacionales con un ahorro que, según el gobierno, gira en torno a los 120 millones de dólares, pues de lo contrario habrían debido importarlos.
La Iglesia cubana se movilizó para apoyar esta tímida apertura económica y puso en marcha cursos de formación para “cuentapropistas”. Dos de los proyectos de los que se ocupan la Compañía de Jesús y los Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle), mientras un tercer proyecto depende directamente de la Arquidiócesis de La Habana.
«Aún quedan muchas incertidumbres sobre el futuro de la reforma –escribe “Espacio Laical, órgano que responde a la voz del cardenal Ortega y Alamino–, pero parece quedar clara una tendencia de graduales pero continuas trasformaciones que están moviendo el sistema hacia lugares desconocidos para la mayoría de los cubanos nacidos después del triunfo de la revolución». Aunque cualquier pronóstico sobre Cuba debe ser muy cauto, «todo sugiere que, en esta ocasión, parece existir una voluntad firme de reforma, al menos en el sector de las autoridades cubanas que rodean a Raúl Castro», escribe la revista, que se declara optimista ante el futuro: «No parece, por tanto, que el proceso pueda revertirse, aun cuando pueda dar lugar algunas correcciones en su senda».