“Misión continental” resume una tarea, un impulso, algo que se encuentra en la naturaleza profunda de la Iglesia… Yo creo que es muy importante volver al ímpetu misionero de los comienzos de la evangelización en América Latina; en este sentido, creo que la figura de San Pablo es la más rica para definir esta urgencia. Gocé profundamente el año dedicado a su figura, proclamado por Papa Benedicto en 2008. Traté de profundizar, de conocer mejor al apóstol, de ensimismarme con él y con su ímpetu. Me di cuenta de la insuficiencia misionera que estamos viviendo. Dormimos un poco sobre los laureles de la prosopopeya de América Latina como continente católico, con la consecuencia de que se replega, sin quererlo conscientemente, en una pastoral de mantenimiento; pero una postura, cualquiera, no se puede preservar estáticamente, ni siquiera una postura más avanzada a la que ya se hubiera llegado; para mantenerla es necesario un impulso, de lo contrario se vuelve atrás inexorablemente, hasta la ruina y el fracaso en los objetivos propuestos”.
En este sentido, no le parece que estamos en un momento positivo, favorable…
Para mí es uno de los mejores momentos que podríamos vivir. Porque nos da la posibilidad de comprender, de cobrar consciencia, por lo tanto de crecer. El Señor nos dijo, y nos repite con la liturgia del Adviento que se acerca, que es hora de despertar del sueño, que este es el momento para darse cuenta de todos los desafíos que tenemos frente a nosotros, que no es posible seguir deambulando medio adormilados. Debemos recobrar el corazón misionero de San Pablo.
Usted llegará a Roma dentro de pocos días, para retomar con los demás cardenales el trabajo que les encargó el Papa para la reforma de la Curia vaticana. ¿Cuáles indicaciones, puntos de partida, ideas de estos días de trabajo a la sombra de la Basílica de Guadalupe llevará consigo?
Lo más hermoso es que este encuentro se haya llevado a cabo cerca de la Madre. Nosotros no estamos reunidos aquí como un buen club de católicos que se proponen encontrar algunas soluciones particulares a problemas de su época. Los problemas existen, y cómo…
¿De cuáles de estos problemas se debe ocupar la Iglesia en este momento histórico de América Latina?
La dependencia económica y la desigualdad social siguen siendo las grandes plagas de nuestros países. Mientras una parte de la población satisface las propias necesidades y puede permitirse el despilfarro, otra, la mayoría, vive en la pobreza extrema. La concentración de la riqueza, de la propiedad de la tierra, del poder e incluso de la educación en manos de un sector privilegiado de la sociedad sigue siendo el mayor parásito para el progreso de América Latina…
Pero usted dijo que el objetivo de la reunión no era encontrar soluciones…
Claro, porque estamos reunidos como hombres de fe que, a los pies de la Virgen de Guadalupe, quieren recuperar la consciencia de sus acciones, de esta “nueva evangelización” tan urgente, para llegar al encuentro personal con Cristo. Nosotros no nos hemos puesto a buscar una idea sobre Jesús, una doctrina sobre el Hijo de Dios, sino a una persona que nos renueva el mandato con el que termina el Evangelio de Mateo: “vayan por doquier y anuncien la buena noticia”.
Me parece que es también uno de los criterios para el trabajo de las reformas al que usted y los demás cardenales han sido convocados por el Papa…
Es uno de los puntos que Francisco está recordando constantemente y de una manera ineludible. Si tuviera que resumir la misión de la Iglesia después de Aparecida y en sintonía con el “fenómeno Francisco”, diría que debemos apoyarnos más en la religiosidad de nuestros pueblos, desarrollar un trabajo teológico con un tenor ecuménico mayor, renovar las comunidades de base, potenciar la opción por los jóvenes, afirmar el primado de la gracia y del diálogo permanente con la cultura.
¿Ha sido bien recibida la consulta que puso en marcha el Papa a principios de noviembre, las 38 preguntas sobre cuestiones morales, familiares, éticas…? ¿Sabe si los destinatarios, por lo menos en América Latina, se han puesto a trabajar sobre estos puntos con el espíritu que pedía el Papa?
Yo he visto numerosos casos, he escuchado muchas realidades; hablaremos de ello en nuestra próxima reunión a principios de diciembre; el plazo para sacar conclusiones es a finales de enero, pero puedo decir una cosa: el enfoque que el Santo Padre le dio a la consulta me gustó muchísimo; no quiere que la consulta se dirija solo a los que “cantan en el coro”, quiere, en la medida de lo posible, llegar más allá de las fronteras conocidas, que se vean involucrados también los que no son creyentes pero que tienen cosas que decir, porque la situación de la familia los toca de cerca.
Una vez más un criterio de apertura, misionero…
Sin duda ninguna.
¿Usted cree que consultas como la que el Papa puso en marcha son métodos que pueden extenderse a otros argumentos, a otros problemas, a otras situaciones o ámbitos del vivir?
En efecto, la reforma de la institución del sínodo de los obispos que el Papa tiene en mente va por esta dirección. Que el sínodo no se celebre solo cada tres años para simplemente redactar un documento sobre una temática concreta, sino que se convierta en un organismo permanente que pueda responder a consultas sobre diferentes temas y argumentos.