El aprecio de la Iglesia ecuatoriana no se hizo esperar y, a través del presidente de los obispos Antonio Arregui, llegó al destinatario como elogio público «por la valentía y la nobleza de ánimo con que habló». Un veredicto sobre las declaraciones del presidente de Ecuador, Rafael Correa, sobre la despenalización del aborto si la ley fuera aprobada en el Congreso de su país, con el apoyo de sus compañeros de partido (Alianza País).
Como una piedrecita en el estanque, el “católico” y “revolucionario” presidente ecuatoriano agitó las aguas en Sudamérica, en donde la izquierda, en sus diferentes grados, gobierna desde hace una década. Y con un Papa como Francisco, «avanzado» en cuanto a temas sociales, que propone un «nuevo equilibrio en el edificio moral de la Iglesia», también se barajean las cartas de la izquierda latinoamericana.
El ex presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, tomó la misma dirección que Correa en 2008 y su negativa a aceptar la ley le costó el ostracismo de una buena parte del “Frente Amplio”, a cuyo nombre gobernaba, y la misma silla presidencial. A pesar de todo, no cambió su postura ahora que nuevamente corre como candidato y volvió a insistir en que ningún científico medianamente sensato puede negar que un cigoto, fruto de la fusión de dos células, es un individuo diferente del padre y de la madre. Con un lenguaje médico (no hay que olvidar que Tabaré Vázquez es ginecólogo) aclaró “que la filiación no se determina por el anidamiento sino por la fecundación, y esta no es una cuestión religiosa sino una certeza biológica”. Tabaré Vázquez, según los sondeos, se prepara para volver a ocupar la silla presidencial que perdió en 2010. Las próximas elecciones serán en octubre de 2014.
En Argentina, mientras la presidenta Cristina Fernández mantiene su postura anti-abortista a nivel personal, a pesar de que la mayor parte del “kirchenismo” esté a favor, otro socialista, además candidato a la presidencia, Hermes Binner (como Tabaré Vázquez), afirmó, «como médico», que «defender la vida es estar en contra del aborto», pero sin compartir su penalización. Algo semejante opina el presidente boliviano, Evo Morales, cuando sostiene que el aborto es un delito, aunque parecería estar a favor de la despenalización que se está discutiendo en su país.
Sorprende observar que la izquierda más revolucionaria, la que hace algunas décadas era una guerrilla, es también la más intransigente en contra del aborto. Probablemente porque históricamente está más inclinada hacia el “sentir” popular de las localidades rurales y prevalentemente católicas a las que se proponía levantar en armas. El presidente de El Salvador, Mauricio Funes, por cuenta del FMNL, se ha opuesto en diferentes ocasiones a la despenalización del aborto y ha afirmado recientemente que no promoverá ninguna reforma a la Constitución que vaya hacia esta dirección. Daniel Ortega, sandinista y ex-guerrillero, incluso rechazó las enmiendas que despenalizaban el aborto terapéutico. La postura antiabortista del plurimandatario nicaragüense la comparte también su esposa, Rosario Murillo, que con bastantes probabilidades lo sucederá en la presidencia en las próximas elecciones, según los sondeos.
La izquierda que quiere el aborto, aunque con diferentes grados en cuanto a la «libre auto-determinación de la mujer», tiene sus paladines en el ex-presidente brasileño, Lula Da Silva (contrario al aborto como ciudadano, pero a favor como jefe de estado) y en la socialista Michelle Bachelet, cuya elección, dada por cierta, volvería a proponer la despenalización en el código chileno. Son notables las posturas favorables de la izquierda mexicana en general y, en particular, del Partido Democrático Revolucionario, que en el Distrito Federal ya aprobó la despenalización del aborto, ofreciendo el servicio público en los hospitales para la interrupción del embarazo. Mientras tanto, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, como su predecesor Hugo Chávez, legalizaría el aborto solo en los casos de violación e incesto; en cambio, el opositor Henrique Capriles, se ha declarado «de acuerdo con al aborto terapéutico y la píldora del día después».