PEPE. EL CURA DE LA VILLA. En las librerías argentinas y en e-book, una biografía de José María “Pepe” Di Paola. Entrevista a la autora

L’autrice, la giornalista Silvina Premat; di fianco la copertina del libro
L’autrice, la giornalista Silvina Premat; di fianco la copertina del libro

El trabajo de Silvina Premat, la autora de “Pepe. El cura de la villa”, fue interrumpido imprevistamente por dos hechos clamorosos: la renuncia de Benedicto XVI y la elección de Bergolgio, “con quien dos veces había hablado sobre el padre di Paola”. Naturalmente las afirmaciones de Bergoglio sobre el cura villero, están reflejadas en la biografía. “A cinco meses aún me cuesta creerlo”, confía la periodista del diario argentino La Nación, que destaca otra coincidencia. “Bergoglio eligió el nombre del santo de Asís -inspirador de la vocación de Di Paola- y comenzó su pontificado anhelando una Iglesia pobre y para los pobres que salga a buscar a los que están abandonados y solos en medio de la miseria material o existencial. El cambio que el Papa está sugiriendo a toda la Iglesia tiene mucho que ver con el modo de ser cristiano que intenta vivir el padre Pepe,” dice la periodista.

¿Qué te movió a escribir este libro?

En 2010 escribí “Curas Villeros” sobre la presencia de la Iglesia en las villas de emergencia de Buenos Aires. Para ese libro entrevisté a una veintena de sacerdotes de ocho villas de emergencia porteñas y quedé fascinada con todo lo que se vivía en la parroquia Virgen de Caacupè, en la villa 21, de la que Di Paola era párroco desde 1997. Màs allá de la gran cantidad de obras que él había generado me provocó curiosidad conocer el método con el que logró trasmitir la fe a miles de niños, jóvenes y adultos y hacer que recobren su dignidad personas que parecían derrotadas por el abandono, la miseria y la violencia. A fines de 2010, cuando él optó por dejar la villa que consideraba su lugar en el mundo por las nuevas amenazas que había recibido, yo me decidí y comencé a investigar sobre su vida.

¿Y cuál es ese metodo?

-La obediencia y docilidad a la realidad y no a sus ideas o gustos; la valoración de lo mejor que cada persona pueda tener y la invitación a poner esa capacidad/habilidad o gusto al serivicio de los otros. En el libro relato muchos ejemplos que ponen en evidencia esta manera de ser y conducir. Uno de ellos es el hecho que dio origen a uno de los hogares de hombres solos: el haber encontrado durmiendo en la vereda de la iglesia a tres borrachines (hombres alcoholicos) una noche de frío y tormenta. Ese día y los sucesivos el padre Pepe permitió que los hombres durmieran dentro del templo. Después, rezando de rodillas frente al sagrario preguntó al Señor qué hacer con esos hombres, adónde derivarlos o dónde alojarlos… A partir de allí se fue configurando el Hogar Casa Virgen de itatí, dentro de la Villa 21, una de las numerosas obras del padre Pepe que hoy siguen en pie.

¿Qué te impacta en la experiencia de Di Paola?

La normalidad con la que vive su humanidad y la convicción y naturalidad con la que vive su fe. No se pone en pose. Entre el centenar de personas que entrevisté para su biografía muchos me dijeron lo mismo: “Cuando no está dando misa Pepe no parece un sacerdote. Habla como todos, no tiene un lenguaje clerical y trata a todos de la misma forma”.

¿Qué es especifico, contingente digamos así, ligado a una situacion determinada, en la misión del padre Pepe y qué hay de universal, que tenga validez para todos.

Lo “universal” en él son las caracateristicas propias de un hombre de Dios: su fervor sacerdotal, su celo por la “casa” del Señor y la alegría, evidentemente fruto de una relación íntima con el Misterio. Lo “específico” son las circunstancias históricas que le tocaron vivir: aprendió el servicio y la caridad de sus padres y abuelas; se fascinó con la posibilidad de ser un misionero entregado a los más necesitados cuando tenía quince años y vio el film “Hermano sol, hermana luna”, de Zefirelli, sobre la vida de San Francisco de Asís; dudò entre su vocaciòn al sacerdocio y su deseo de formar una familia y por eso, despuès de siete años de ser sacerdote, pidiò licencia, se puso de novio y trabajó y a los pocos meses volviò a ejercer el ministerio. Llegó a vivir entre los más pobres por pedido de la Iglesia y allí parece haberse acercado a la posiblidad de que su vida coincida con su misión.

Se puso de novio, y volvió… ¿Te contó por qué volvió?

-Porque se dio cuenta que nunca había dejado de ser sacerdote.

De las amenazas que recibió en abril de 2009 mucho se sabe; la ida a Santiago del Estero un par de años… la vuelta a otra villa del conurbano bonaerense es otro capitulo, el más reciente. ¿Lo tratás en tu libro?

Sì, ademàs de contar su experencia en la villa 21; su formación en el seminario en los años en los que “explotò” la teología de la liberación, y sus primeros tiempos como cura, abordo los dos años -2011 y 2012- que él consideró un “exilio” en su propio paìs. En ese tiempo fue cura rural en medio del árido monte de Santiago del Estero, al norte de la Argentina y allí sintió el deseo de volver a las villas, con los más desprotegidos. “Pepe. El cura de la villa” llega hasta sus primeros pasos en La Cárcova, la villa donde vive actualmente, en el conurbano bonaerense a unos 30 km de la Capital, en una modesta casilla de madera construida hace unos pocos años por religiosos franciscanos que luego se fueron.

El padre Pepe es el último eslabón de una tradición de compromiso de la Iglesia argentina con los pobres, con los excluidos, que tiene muchos antecedentes, Carlos Mugica, Jorge Vernazza, Hector Botàn, Rodolfo Ricciardelli… ¿Qué agrega el padre Pepe a esta cadena? ¿Qué hay de similar y qué hay de diferente en su presencia en las villas?

Lo similar con los sacerdotes que en los años sesenta se propusieron vivir y atender a los vecinos de las villas porteñas es esa misma decisión de ser un pobre entre los pobres y ser voz de esos que no tienen voz ante la sociedad que los abandona. El y los demàs curas villeros de hoy buscan asistirlos y acompañarlos en sus necesidades espirtiuales y materiales. El padre Pepe, como coordinador del equipo de curas villeros, ayudò a integrar a los catòlicos que optaban por dedicarse a los más pobres con los que trabajan en otros sectores sociales sin ideologías ni sectarismos. La amistad y el diálogo permanente con quien era su obispo, el entonces cardenal Jorge Bergoglio, fue fundamental para poder concretar esto.

-Hablar del padre Pepe es un poco hablar del Papa, no es así?

Aun cuando pueda parecer una exageración eso es verdad. Conocer en detalle la forma en la que el padre Pepe vivió y vive su sacerdocio ayuda a entender lo que el Papa está pidiendo a la Iglesia. Por ejemplo Matute, uno de los ahijados de Di Paola, que a los 20 años vivía del robo y del alcohol, me dijo: “El padre Pepe rompió los esquemas de una parroquia porque no cualquier cura se iba  ajugar por mí con la trayectoria que yo tenía. El apostó por mí. Hizo lo que dice Jesús: vino a un lugar pobre a estar con los más pobres y peleó por lo más importante que no es la pobreza material sino la espiritual”.

¿Qué le pide el Papa a la Iglesia?

Que sea pobre, que no se encierre en sí misma, que salga a buscar al necesitado, que ame y no reclame, que no suponga que los demás tienen fe sino que la propongan con el ejemplo de la propia vida y el contagio de la alegría que Cristo dona a quien elige.

¿Sabe el Papa de tu trabajo?

Sì. Durante la investigación para este libro hablé con el entonces cardenal Bergoglio sobre las experiencias y trayectoria del padre Pepe en dos oportunidades y doy cuenta de sus dichos en diferentes partes del libro.

¿Hay herederos del padre Pepe?

¿Por qué herederos si aún está trabajando?

Herederos en el sentido de personas que lo siguen, que asumen su espiritualidad, su manera de actuar…

Hay, sí, muchos sacerdotes que a su lado se contagiaron de su entrega total y su forma de ser sacerdote las 24 horas del día. En el libro cuento de varios jóvenes que llegaron a la parroquia de Di Paola como voluntarios y hoy son sacerdotes, por ejemplo, así como su entusiasmo y preocupación por la formación de los seminaristas.

- © TERRE D’AMERICA

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